La ciudadanía pronuncia su palabra

Ante la menor eficacia de la acción gubernamental o el muy bajo impacto de las acciones a cargo del sector privado, la resistencia, las propuestas y la acción directa de comunidades movilizadas ha surgido como una alternativa para el desarrollo sostenible.

“Cuando se vive bajo una oligarquía de este tipo, siempre surge alguna crisis que tiene prioridad sobre asuntos aburridos como la atención sanitaria y la contaminación. Si la nación se enfrenta a una invasión externa o a una subversión diabólica, ¿quién tiene tiempo de preocuparse por los hospitales abarrotados o los ríos contaminados? Creando un torrente interminable de crisis, una oligarquía corrupta puede prolongar su poder indefinidamente” (Yuval Noah Harari - 21 Lecciones para el Siglo XXI).

Casi un millar de compatriotas de todas las regiones y estratos sociales se congregaron en el Congreso Ambiental Colombiano, celebrado recientemente en Bogotá atendiendo la convocatoria de un grupo de ciudadanos e instituciones liderados por Carlos Hildebrando Fonseca, gozando del albergue de dos universidades que han realizado una enorme tarea de recuperación y renovación urbana en el centro de la capital, la Universidad Jorge Tadeo Lozano y la Universidad Central. 

Un gran jornada de 48 horas desprovista de protocolos tediosos y con gran respeto por los planteamientos de las más variadas vertientes del pensamiento comprometido con la defensa de los recursos naturales, el patrimonio y el desarrollo sostenible. 

A la par con intervenciones magistrales, 40 mesas de trabajo hicieron su ejercicio de forma laboriosa y generaron conclusiones para ser entregadas al Gobierno, al sector privado y las comunidades, con numerosas propuestas y reflexiones construidas desde la integración de opiniones y haciendo síntesis de múltiples formulaciones.

La vieja guardia de los líderes del sector, encabezados por Julio Carrizosa, formó el escuadrón de la memoria de cuarenta años de encomiosa labor y numerosos logros, penosamente insuficientes frente a la magnitud de los problemas y a los desafíos del presente que presagian tiempos difíciles. 

Fuimos parte de ese equipo multiforme que recorrió una ruta plagada de obstáculos para elevar la conciencia colectiva, favorecer un desarrollo normativo y crear estructuras institucionales públicas y privadas, que hoy permiten hablar de una masa crítica de cuadros, organizaciones, líderes territoriales, estudiosos, gestores, articuladores y voceros que, como un caleidoscopio de coloridos cristales no exento de contradicciones y dañinos radicalismos, consiguió abrir espacios ciudadanos para coincidir en el uso sostenible de la diversidad, en la defensa de territorios y santuarios, en la lucha contra la corrupción que anida en el cuerpo institucional, en el combate contra la deforestación y en el diseño de estructuras que antes resultaban inconcebibles para la coordinación entre los sectores productivos, la academia, el Gobierno, la sociedad civil, la juventud y la ciudadanía en general, gracias a lo cual son más audibles las voces de los que claman por la responsabilidad en el uso de nuestros recursos hídricos y atmosféricos, de nuestros bosques y cuencas y por la consideración ética de lo económico en pro de la producción y el consumo sostenibles.

Llama la atención la madurez del diálogo al interior de Congreso Ambiental. Desde luego, es inevitable que la carga retórica apunte en mayor proporción hacia algunas de las corporaciones regionales, ciertos operadores de servicios públicos, el Gobierno en general, y contra los instigadores de la violencia contra líderes comunitarios que defienden los territorios y el patrimonio natural. Sin embargo, pudimos discutir serenamente sobre problemas económicos, alternativas para el control de cultivos ilícitos, potencial de cultivos legalizados y con ventajas para la inserción internacional, vertebración sostenible con el sector empresarial y formas innovativas y aún precursoras para el desarrollo productivo y los agrupamientos urbanos. 

Percibí por primera vez una diferencia en la consideración de la minería ilegal depredadora como una realidad distinta a la de una minería sostenible y socialmente inclusiva. Vale decir, se pudo escuchar un discurso menos elemental que rebasa la diatriba contra el extractivismo en general y apunta a superar la lumpenización violenta de la minería irregular que produce devastación territorial y erosión del tejido social.

Al Ministerio de Ambiente se le escuchó con respeto y atención, sin hacerse muchas ilusiones, pero reconociendo ciertos logros y clamando por mayores recursos. Con entusiasmo, la cumbre saludó el análisis de los agrupamientos y territorios mediante el estudio de sus trayectorias y escenarios prospectivos a cargo de Brigitte Baptiste, instrumento que se convierte en un haz de luz para la gestión territorial. Pero, acaso lo más llamativo del Congreso Ambiental Colombiano es que, ante la menor eficacia de la acción gubernamental o el muy bajo impacto de las acciones a cargo del sector privado, la resistencia, las propuestas y la acción directa de las comunidades movilizadas no solo para quejarse sino para materializar de facto soluciones a las amenazas y problemas que confrontan, ha surgido como una alternativa. Son centenares los casos de meritoria gestión social en territorios, localidades y comunidades productoras. Pura democracia ciudadana que da un mentís a los violentos y deja sin espacio los cacareos ideologistas de las extremas. 

La ciudadanía y el desarrollo son los emblemas de la construcción de paz, el desarrollo sostenible da forma concreta a la cultura de la reconciliación y se sirve de ella. Sin falsos protocolos, sin pedir permiso a nadie, si deseamos ver luz al final del túnel, sigamos el ejemplo de esta cumbre, donde la ciudadanía pronunció su palabra.

Juán Alfredo Pinto

Publicado en Portafolio. Julio 25 de 2019

https://m.portafolio.co/opinion/otros-columnistas-1/la-ciudadania-pronuncia-su-palabra-531922

Diego Junca