Incineradores de palabras
La sociedad performática como la denomina Carlos Granés en su artículo reciente en El País, esa que combate en las redes sociales hasta el canibalismo por ganar la atención del otro en medio de avalanchas diarias de contenidos livianos, coloridos, captadores, llamativos, elementales, falsamente densos, mentirosos, con aparentes verdades o con aparentes mentiras, animados, estéticos, tendientes a la corrección política, cargados de ideas ambiente y de ismos, satura la capacidad perceptiva del más veloz navegador multi task de nuestros días y produce expresiones que se repiten una y mil veces calcinando palabras que un día pudieron significar algo y terminan causando repulsión.
Es algo diferente del argot, aquel galicismo que hacía referencia al lenguaje especial de una profesión o de un grupo social. Son términos que suenan bien y calan hasta convertirse en caramelos que se revuelven hasta disolverse en la boca de todos. Es desesperante y muy penoso. Es una de aquellas modalidades de contaminación de las cuales participamos todos, con mayor o menor grado de intención o culpa: medios de comunicación, funcionarios públicos, profesores , consultores, influencers, youtubers, jóvenes ejecutivos, CEOs, CFOs, CMOs, ruego a mis amigos y colegas, a mis vecinos y contactos, que no me inviten más a presenciar la incineración de vocablos. Háganlo, se los suplico, con motivo de la celebración del día del ambiente que tiene lugar en estas calendas, yo lo pido en genuflexión sumisa, relévenme de tener que seguir escuchando las siguientes voces:
Reinventarse, resiliente, transversal, disruptivo, zona de confort, viral, ecosistema, ya no más por favor. También aquellas palabras del inglés como cool, driver, heavy, fake. Y ahórrense por piedad las que vienen en ascenso entre los bolsillos de los buzos anchos de los tipos audaces ausentes de los gimnasios por cuarentena, tales como holístico, empático y asertivo. Y la sororidad que tiene mérito reivindicante de lo feminista por oposición a la fraternidad de estirpe masculina. Aclaro, con la sororidad estoy de acuerdo.
Pero por sobre todo les agradezco no hacerme escuchar el vocablo coaching que en más de un caso tiene mérito pero lo han transformado en un eufemismo para evitar confesar que se está desempleado. Los verdaderos asesores y consejeros han de estar sufriendo lo indecible.
Existe la etimología para conocer del origen de las palabras y la lingüística diacrónica para entender la evolución del lenguaje en el tiempo. Los neologismos son necesarios, el idioma no puede permanecer inmóvil. Celebremos la llegada de nuevos simbolismos y los cambios en la expresión corporal y gestual.
Bienvenida la natalidad de las palabras. Pero convertirnos en incineradores de ellas, por la fuerza de la levedad y la moda, es verdaderamente triste. Para qué fulminar el arte de la expresión con el fuego de la fatuidad ridícula que es la presunción. Tal vez por ello me gusta tanto la condición de Agni, el dios del fuego del vedismo y el hinduísmo. Su acción no es arrasadora, su fuego limpiará y purificará la suciedad y los pecados del mundo.
Publicado el 11 de Junio en Portafolio
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