El monstruo neopopulista
Si tiene un tufillo de arrogancia el expedir facturas políticas para cobrar aciertos en predicciones sobre la evolución del acontecer político, resulta verdaderamente necio declararse sorprendido ante realidades que tuvieron amplio vaticinio dadas las tendencias perceptibles y los antecedentes de los protagonistas. Tal el caso de la política norteamericana llevada al culmen de la vulgaridad por el saliente mandatario Donald Trump, rudo ejemplo de la crisis en el liderazgo global. En mi libro sobre la ádeiocracia y la crisis del liderazgo, publicado el pasado mes de julio, expresé:
“Mientras Donald Trump inicia la fase álgida de su campaña reeleccionista cercado por el mal manejo del coronavirus, convertido en una especie de cowboy supremacista que trata de mantener la influencia mundial a través de su poderío nuclear, militar, informacional y financiero, Xi Jinping, asediado por la menor confianza del mundo en el supuesto heredero del ‘gran timonel’, estimula el culto a su personalidad, se erige en gobernante vitalicio y lidera procesos de asociación que proclaman una influencia independiente y pacifista, la cual no logra disipar las dudas basadas en la teoría política del desarrollo de las fuerzas productivas, sobre el surgimiento de un nuevo ciclo neocolonial”.
La crisis de confianza sobre las potencias globales y sus líderes políticos se exarcebó en torno a la pandemia del Covid-19 y puso al desnudo la condición caudillista, populista, unipersonal y a menudo lejana de los paradigmas de los exponentes de la alta política, la cual caracteriza hoy a los jefes de Estado poderosos, produciendo verdadera angustia en el ámbito de las predicciones políticas. Lo que acaba de protagonizar Trump, con su ridiculez ante la derrota, es una vergüenza ante el mundo, una salida de gallo basto, un episodio grotesco, extravagante, peripatético.
La puesta a prueba y el fracaso multidimendional de un liderazgo inferior al ciclo histórico se revelan en la incapacidad para encarar los grandes problemas y la exclusión planetaria. Con las honrosas excepciones de Francisco como líder espiritual y de Angela Merkel, el único ejemplo del ejercicio del gobierno con conocimiento, capacidad decisoria ante problemas como las migraciones y la reorientación hacia la sostenibilidad, prudencia, lealtad a los principios, flexibilidad en los métodos y honestidad, estamos en un mundo de grandes problemas y pequeños líderes. Es lo que caracterizo con la expresión mixta HIPERliderazgo. ¿Cuáles son esos grandes temas ante los cuales los mandatarios de países muy representativos no dan la talla y carecen de capacidad autocrítica, eluden el abordaje de reformas concertadas y se muestran reacios a favorecer la reorganización de las instituciones multilaterales? ¿De qué manera la hipertrofia de sus poderes internos los ha llevado a perder la correlación con el sentido de la historia de un mundo que no les cree, caer en el hartazgo y la desesperanza y vivir desoyendo en plena sociedad de las comunicaciones, ignorando en medio de la sociedad del conocimiento, temiendo a pesar de que los jefes les ofrecen seguridad, dentro de un ambiente contaminado pese al desarrollo tecnológico, fatigado pese a la innovación o por causa de ella? ¿Cuál puede ser el rumbo de un mundo que pregona la globalización como un acuerdo de concurrencia solidaria, competitiva, y termina convertido en un gran casino de apuestas individuales de naciones poderosas? Una enumeración básica de los problemas que han excedido hasta el presente las capacidades de estos HIPERlíderes incluiría entre otros los siguientes asuntos:
La incapacidad para regular el uso de la analítica de datos y sus mecanismos de información. El mundo ha conocido las restricciones a la autodeterminación de las naciones pero siempre ha resistido la intervención ajena en la determinación individual. Tal aventura, por sutil y sofisticada que se pretenda, es autoliquidadora. La regulación es pertinente para salvaguardar la libertad y sus límites.
La expansión expresa o velada de los arsenales nucleares y de las armas de largo alcance en regiones altamente pobladas y en países de alta complejidad histórico-política. El lento progreso en materia de desarme y el indolente mercado de todo tipo de armas son vergonzosos. El asunto nuclear coloca al mundo ante el gran interrogante, las próximas décadas pondrán a prueba la fuerza disuasiva de las retaguardias nucleares o el uso devastador de su capacidad destructora especialmente por los poderes batiéndose en retirada.
La conculcación de la libertad individual es un gran peligro. La relación entre libertad y seguridad siempre tiene desajustes y salvo contadas excepciones no conoce de equilibrios perfectos. Lo que ocurre actualmente es que estamos permitiendo un clima en el cual parece justificarse la eliminación de las libertades en favor de la seguridad, como si fuera admisible dejar la vida y hurtar la libertad, clásica definición de tiranía.
Ante las advertencias de personalidades con amplia audiencia como el magnate Bill Gates sobre la aparición recurrente de pandemias y su impacto devastador, los líderes mundiales hicieron oídos sordos. Las pandemias son transversales, mas no sus consecuencias. Un liderazgo que asigna prioridades equivocadas construye un mundo escindido donde el derecho a vivir es pleno para una minoría y contingente para la mayoría de los seres humanos.
La rebelión religiosa frente al mercantilismo y el consumismo por una parte y la superstición como mecanismo de alienación transformado en fuente de rentas de gran magnitud por la otra no han sido tratados con altura por los líderes contemporáneos que han preferido una suerte de connivencia para el control social, con retroceso para el secularismo y para la libertad de cultos. La libertad de cultos debe protegerse y la limosna regularse a la manera alemana. La caridad es mucho más que la limosna. Tratar de cercar a las religiones es tan perjudicial como utilizarlas para fines políticos, dos prácticas frecuentes del HIPERliderazgo.
La incapacidad de reformar y transformar el sistema de Naciones Unidas y la arquitectura financiera global. Tratar de aquilatar la posición propia es admisible si en paralelo se aboga por un sistema representativo de realidades sin artificiosos privilegios y con gravitación sobre los grandes problemas.
La cuestión ambiental y el cambio climático. La mayor disrupción que puede sobrevenir es la proveniente de una o varias tragedias ambientales y/o climáticas que hagan inviable la forma de vida centrada en la producción y el consumo insostenibles. El cambio climático está en la boca de todos los líderes y en las manos de nadie.
La generalización del desarraigo ético y la corrupción de grandes proporciones en la vida social. En este aspecto se ha señalado como un problema capital la lumpenización de la sociedad en América Latina. La impunidad global, el desbalance en la punición y la sanción moral, nos hablan de una lumpenización global que no es ajena a los líderes. Los casos del narcotráfico, la trata de personas y el mercenarismo son ilustrativos.
Los golpes de realidad derriban a los líderes sin retaguardia moral y con cimentación arenisca. La gestación de otro tipo de líderes que sustituya a los Césares de la decadencia es responsabilidad ciudadana. Los relevos pueden ocurrir pero el mundo requiere que la ciudadanía salga de la perplejidad y de la desesperanza para gestar una generación de líderes a la altura de los problemas planetarios, sobria, densa y con gran basamento espiritual.
El escenario mundial está dejando en evidencia el monstruoso ascenso de los neofascismos de izquierda y de derecha que cubren sus rostros patibularios con pregones patrioteros, populismo de la peor laya y bulos emitidos en las redes por millares haciendo de la mentira la plaga manipuladora más depredadora de los valores civiles en la historia moderna. Es necesario proclamar estas verdades justo cuando las dificultades sanitarias y económicas abonan el terreno para el simplismo político y el magnetismo de la prédica elemental.
Publicado en La Línea del medio el 14 de Enero 2021
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