Una aldea cultural de Indonesia instalada en pleno Eje Cafetero

Estamos familiarizados con las historias de compatriotas colombianos que han formado comunidades caracterizadas en diferentes países del mundo. Así lo testimonian los grupos consolidados de barranquilleros en Japón y Francia, las aglomeraciones paisas en Estados Unidos, España y Centroamérica.

 También tenemos por núcleos reconocidos los agrupamientos de migrantes llegados a Colombia. Tales son los casos de los ‘turcos’ en la región Caribe, los alemanes en el interior y los japoneses en el Valle del Cauca.

Lo que no es muy común es encontrar grupos de colombianos que hayan formado comunidades en nuestras regiones movidos por la afinidad en cuanto a paradigmas comunitarios y estilos de vida.

Uno de estos casos se localiza en el Eje Cafetero y está ubicado a poco más de 2 kilómetros del aeropuerto El Edén.

Son 82 personas pertenecientes a 32 familias que habitan viviendas de arquitectura javanesa, una hostería para albergar visitantes, un salón múltiple y uno de los testimonios mejor logrados de arquitectura alternativa en Colombia, un enorme kiosco heptagonal con estructura de madera y tejas de barro, diseñado por el arquitecto portugués Raúl Martin, miembro de la Asociación Mundial Subud, organización reconocida por el Gobierno de Indonesia como institución cultural, la cual tiene amplio arraigo en ese país y a lo largo de decenas de años se estableció en algo más de 80 naciones.

Según el relato de los líderes de Subud, la organización es abierta a personas sin restricción alguna por credo religioso o nacionalidad, es un camino espiritual para la mejora interior y se soporta en un pregón de fe en su acepción más universal, y en la práctica del Latiham Kejiwaan, ejercicio espiritual de Subud en Indonesia, que fue recibido como gracia por Muhammad Subuh Sumohadiwidjojo, hacia 1924, en Java central.

El fundador realizó varias visitas a Colombia, y en 1964 la Asociación Nacional obtuvo su reconocimiento legal. Entre los promotores de Subud aquí se cuentan el médico homeópata Gerardo Carvajal y un alto directivo de Phillips, la compañía holandesa que había llegado al país por aquel entonces, Vicente Sillen.

La esencia de Subud es un ejercicio espiritual abierto. La comunidad practicante del Latiham afianza los valores de la solidaridad y la confraternidad. No se basa en seguir un líder y no implica una doctrina absoluta, las personas forman sus creencias basadas en sus experiencias personales.

La Asociación Mundial Subud aglutina 54 organizaciones nacionales, realiza cada cuatro años un Congreso Global en el que programa las tareas a desarrollar en nueve regiones de los cinco continentes. Corría el año de 1990 cuando la confraternidad Subud del Quindío inició la construcción del Centro Internacional Amanecer en La Tebaida y fue designado sede del Congreso Mundial Subud, en 1992, para lo cual el arquitecto Martin diseñó y dirigió el levantamiento de una de las expresiones superiores de la arquitectura estructurada con madera en Colombia.

Los Subud del mundo, en número superior a 3.000 personas, fueron alojados en el gran recinto y en su hostería, en las casas de familias de los pueblos del café y, a partir del manejo certero dado a esa aglomeración sin precedentes los investigadores locales atribuyen a la comunidad Subud el surgimiento del turismo rural comunitario, convertido hoy en la principal actividad de servicios de la región cafetera.

La primera generación de los habitantes de la villa Amanecer ejecutó un trabajo ejemplar, educó a decenas de jóvenes y se constituyó en epicentro cultural de la zona durante el ciclo 1980-2000.

Actividades agrícolas, educativas, turismo familiar, esparcimiento ambientalmente sano, contemplación y recogimiento espiritual hicieron de Amanecer un lugar especial con fuerte gravitación en las corrientes de turismo alternativo desde su propia fundación.

La aldea en términos prácticos alcanzó su equilibrio financiero, aunque no logró acumular fondos para su desarrollo a mediano plazo. Los líderes actuales de Amanecer reconocen como un error no haber generado vínculos económicos fuertes con la segunda generación. Los jóvenes partieron a las ciudades mientras el movimiento Subud establecía sedes en otras capitales colombianas, y la media en la edad de los habitantes de la aldea Amanecer fue variando en desmedro de las actividades productivas que sustentaron el empeño comunitario, aunque la villa mantiene hasta hoy el reconocimiento como referencia en el desarrollo local.

No es gratuito que líderes políticos de variadas tendencias hayan desfilado por el majestuoso recinto ideado por Martin para presentar sus ramilletes de promesas.

Allí encontramos gentes de diferentes regiones colombianas y algunos extranjeros, personas piadosas, ciudadanos activos económicamente, pensionados, espiritualistas, todos aceptando los conceptos básicos de vida sencilla, bondad, solidaridad y respeto. Sobre tales anclajes ligados al Latiham se sustenta esta madura confraternidad.

Le pregunté al embajador de Indonesia, Priyo Iswanto, por este experimento, y me respondió: “Existe una tradición Subud en Indonesia, y el Gobierno la respeta. No es una religión, maneja una visión muy amplia, y la entendemos como una expresión cultural arraigada y positiva para nuestra vida en sociedad... lo que deseamos brindar ahora es un apoyo vía la cooperación, para que Amanecer sea una aldea autosostenible y un botón de muestra de la pacífica y fecunda vida cultural en el sector rural de nuestro país”.

Inicialmente, la comunidad Subud desea asegurar el manejo ambiental de sus recursos y mejorar lo referente a la limpieza de efluentes y residuos; persigue, además, rehabilitar la hostería como centro de alojamiento y turismo alternativo, aunque desea preservar su perfil discreto y su cotidianidad como una gran familia de trabajo arduo y vida sencilla. El espacio disponible permite contar con productos de la horticultura y la fruticultura. La producción de bienes culturales también forma parte de la nueva fase comunitaria.

Actividades en pro de la restauración y la sostenibilidad están tomando cuerpo, y la colonia de Indonesia parece encaminarse hacia un nuevo Amanecer a los acordes de un Latiham renovado y cristalizador de sueños. Seguramente lo van a lograr, han recorrido las tres etapas señaladas por Maurice Maeterlinck para aprender a vivir. La del sentido común como plataforma elemental, la del buen sentido como expresión de racionalidad y la del sentido místico como exaltación de la virtud para la vida comunitaria.

Publicado el 16 de Marzo de 2020 en El Tiempo

https://www.eltiempo.com/amp/colombia/otras-ciudades/una-aldea-cultural-de-indonesia-instalada-en-pleno-eje-cafetero-473652

Diego Junca