El coronavirus, oportunidad para impulsar al teletrabajo

La curiosidad de conocer las cosas ha sido entregada a los hombres como un castigo”: Montaigne.

Después de superar las primeras resistencias el teletrabajo se ha instalado de forma progresiva en el mundo laboral. Asistimos durante las últimas dos décadas a la transición significativa a cargo del smart worker, un trabajador más dependiente de la autonomía y de la flexibilidad que del horario o del lugar de trabajo. Como nos lo enseña Domenico De Masi, el gran sociólogo de las relaciones laborales, las tendencias en esta materia han traído consigo cambios en la legislación -la Ley 81 de 2017 de Italia es la más avanzada- mas también en los procesos del talento humano, de la supervisión y evaluación.

En términos de proceso, se trata de transitar desde una organización donde el jefe controla al dependiente hacia una organización por objetivos donde la evaluación observa centralmente los resultados. Desde luego, no se puede aplicar a todas las actividades u oficios pues hay tareas sociales vinculadas a la división tradicional de las jornadas. Pero las resistencias varían. Con cierta frecuencia se presentan casos en los cuales niveles de mando asumen que el teletrabajo disminuye su poder y por eso se resisten al cambio.

Las ventajas son evidentes: disminución en el tiempo de transporte, reducción en el uso de combustibles con favorable impacto ambiental y en costos de movilidad, merma en cantidad y gravedad de los accidentes, mayor asignación de tiempo a la familia, amigos y vecinos, vale decir, mayor salario real, y, una mejor correspondencia entre intereses y propensiones ante la posibilidad de decidir el horario propio.

Los estudios de la Universidad de Stanford publicados en 2015 revelaron que trabajando 1.400 horas/año frente a 1.800 horas/año en la jornada tradicional, la productividad del trabajo fue mayor en un 22%. A este propósito refiere el relato de un amigo de Sartre: afirmaba que el filósofo no habría logrado una obra extensa y trascendente trabajando en el encierro de una oficina, consiguió su máximo resultado laborando en el Café de Flore de París.

El puesto de trabajo cuesta. Supone espacio, distribución en planta de la oficina, dotaciones, servicios generales. Tales erogaciones son menores en el teletrabajo. Colectivamente, la conflictividad merma en lo individual y en lo comunitario: menos inquinas, menos rumores, menos tráfico documental en físico, menor gasto diario en comida callejera, alimentación más sana, ganancia para todos.

Ahora bien, vale decir que el teletrabajo no es para todos, habrá quienes prefieran el orden laboral tradicional aunque más o menos el 70% de empleos medios pueden ejercitarse sin presencialidad continua. Hay también procesos en la esfera del comportamiento. Para los trabajadores se trata de reorganizarse haciendo compatibles la vida y el trabajo. Si la sociedad industrial promovió un barrio para trabajar, otro para la vida social, otro para dormir, una cotidianidad en flujo, la sociedad posindustrial nos invita a integrar los espacios eliminando las zonas donde la vida nace y muere cada día en la misma ciudad.

Y ¿qué sucede con la pausa del café? Igual se realiza con la amiga o el amigo en las zonas de uso múltiple que van creciendo, habrá almuerzos y cenas más extensos y suculentos que combinan colaboración y esparcimiento.

¿CREA EMPLEOS?


Según los cálculos de De Masi y su equipo del Observatorio del Politécnico de Milán, se produce un incremento en el empleo porque hoy, restando unos pocos oficios, trabajamos cubriendo en parte la tarea de otro u otros o ejecutando labores no pagadas. Pero los grandes beneficiarios del teletrabajo son las mujeres y los niños. Si cada vez miles de hombres y mujeres teletrabajamos, acabamos con la doble jornada que el machismo legislativo y cultural impuso a las mujeres y hacemos más equitativa la distribución de la economía del cuidado.

EL APORTE

Ahora cuando las grandes compañías de TIC en sus cuarteles generales de Seattle han enviado a los trabajadores a laborar en sus casas, cuando Italia con un amplio proceso de verificación revela niveles muy altos de afectación por el Covid-19 y aplica su legislación en pro del teletrabajo, vale la pena reflexionar sobre la oportunidad histórica que nos ha brindado este doloroso episodio: imaginemos que la pandemia del coronavirus se expande sin tregua y casi todos terminamos constreñidos teletrabajando por veinte días, que todos disfrutamos laborando en casa, recibiendo a horas normales a los hijos, compartiendo la mesa, el parque si nos dejan, las tareas hogareñas, bien conectados con acuerdos para uso de nuestro tiempo laboral y menos alienados por la banalidad del tiempo real, ese mismo que perdemos a nombre de la sociedad del rendimiento y, habiendo probado la belleza del teletrabajo, pedimos y proponemos más y más teletrabajo, el coronavirus nos habrá facilitado el trabajo para una vida mejor.

Publicado en Portafolio el 8 de marzo de 2020

https://m.portafolio.co/opinion/otros-columnistas-1/el-coronavirus-oportunidad-para-impulsar-al-teletrabajo-538832

Diego Junca