La puerta de escape a la sombra de nuestro futuro

Nouriel Roubini (1959) es un reconocido economista turco estadounidense, profesor de la Universidad de Nueva York, anteriormente de la Universidad de Yale, especialista  en macroeconomía global y estrategia. Se hizo famoso al anticipar en una célebre conferencia ante el Fondo Monetario Internacional la crisis financiera de 2008 – 2009, el colapso del sistema de crédito hipotecario en los Estados Unidos y la quiebra del sector de la vivienda.

Roubini es una persona muy bien informada y siempre sus pronósticos deben ser considerados. Estudió Economía en la Universidad Bocconi de Milán y obtuvo su doctorado en la Universidad de Harvard. Lo llaman “Dr. Doom”, algo así como el profeta negativista, pues asume conscientemente el papel de ave agorera, una especie de gurú de la catástrofe. Dejar de tomarlo en cuenta es una irresponsabilidad; seguir sus recomendaciones a pie juntilla otra.

Basado en diez elementos de alta incidencia socioeconómica y política, anunció la gran depresión de la década de 2020. La observación detallada de los factores que tornan inevitable la recesión no deja dudas acerca de lo inexorable de la crisis detonada por el Covid -19, pero, dependiendo de la lectura que se haga de la enumeración, nos va a proporcionar un díptico de dificultades y oportunidades que podrían ser parte de la hoja de ruta que nos conduzca hacia un cambio histórico de magnitud, a partir de un punto de inflexión en los planos de la economía internacional, la organización de la producción, la distribución tanto de factores como de réditos y la reconsideración ética de nuestra manera de vivir y pensar dentro de lo que habría de significar un cambio profundo hacia la sostenibilidad, los patrones de producción y consumo y aquello que Edgar Morin ha llamado la regeneración del humanismo.

En apretada síntesis, los diez elementos que tornan ineluctable la depresión de la economía mundial son los siguientes:

  • El aumento masivo – vale decir en muchos países – de los déficit fiscales y de la deuda privada.

  • El fenómeno demográfico con la expansión de la población adulta mayor y tanto el mayor gasto público en salud como la necesaria inversión que tal incremento origina

  • El riesgo de deflación por cuenta de la capacidad instalada no utilizada, el desempleo masivo y del colapso en los precios de los productos primarios

  • La degradación de la moneda a medida que los bancos centrales intenten contrarrestar la deflación con aumentos en la tasa de interés

  • La disrupción digital con millones perdiendo empleos, brechas de ingreso y riqueza , automatización de los hogares, todo ello avivando las llamas del populismo, el nacionalismo y la xenofobia

  • La desglobalización, dado que EEUU y China se desacoplarán más rápido y los países responderán con proteccionismo.

  • La debilidad económica, que acrecerá la reacción contra la democracia; la retórica populista, que culpará a lo extranjero y las presiones para restringir la migración y el comercio

  • El enfrentamiento geoestratégico entre EEUU y China

  • La ruptura diplomática que abre el ciclo de una nueva guerra fría y un aumento de la guerra cibernética clandestina

  • La perturbación ambiental, que causará más estragos, con las pandemias y los síntomas mórbidos del cambio climático más frecuentes.

Las claves para Colombia y América Latina:

La crisis ha dejado de ser una hipótesis y hoy es una cruda realidad. En esta situación, la suerte de América Latina en general, la de Colombia en particular, requieren de una cierta homeopatía en el plano económico. Sin perder la consistencia en la gestión económica y el manejo responsable, es necesario evitar la repetición de costosos errores de nuestro pasado. Tener respuestas propias y explicar nuestro proceder en el plano internacional. La homeopatía consiste en aplicar dosis mínimas de agentes que determinan una afección análoga a la que se quiere combatir. Me valgo de esta analogía para decir que es preciso ahondar el déficit fiscal para evitar la muerte del tejido empresarial pequeño y mediano. No hay que vacilar en el esfuerzo por salvar vidas humanas de todas las edades. No hay que temer por solicitar responsable y unánimemente, como lo señala la Constitución, el concurso de la banca central y del sistema financiero. No repitamos los errores de una apertura con revaluación que se llevaron de calle las ventajas de la liberalización y liquidaron buena parte de la industria y de la oferta exportable de valor. Hemos vivido no sólo una fractura social sino productiva, empresarial. Nos quedamos con un reducido grupo de empresas competitivas internacionalmente, un grupo importante de Pymes que producen para el mercado doméstico con baja productividad y un gran número de microempresas y cuentapropistas que viven de día en día. Un aparato productivo fraccionado, heterogéneo y desintegrado. Hemos atraído inversión, y cosechado algunos logros. Podríamos decir que no es lo que hacemos aquello que nos enreda, sino todo lo que hemos dejado de hacer por el conflicto, el narcotráfico, la violencia, la corrupción, la miopía y la indolencia. En el mismo orden de Roubini, veamos las diez cosas que podemos hacer para abrir la puerta de escape a la sombra que proyecta nuestro futuro:

  • Completar la actualización catastral y promulgar una ley de compensación de cargas sociales – tipo modelo alemán de reconstrucción – que corrija la inequidad e incluya mayorías en un nuevo ciclo de economía social.

  • Disponer un sistema pensional que incluya toda la población de adultos mayores con asignaciones graduales, cambios en la edad y limitaciones a grandes pensiones. Asegurar un reconocimiento creciente a la economía del cuidado.

  • Mantener el poder de compra del salario y evitar a toda costa devaluaciones desproporcionadas.

  • Preservar la solidez del sistema financiero lo cual no es incompatible con la democratización del financiamiento y la tendencia a homogenizar la tasa de ganancia intersectorial.

  • Practicar la digitalización incluyente y la inclusión tecnológica democrática evitando la incorporación tecnológica para la exclusión. La solidaridad, claro, requiere solvencia. Pero, ¿para qué un crecimiento con desigualdad, unas exportaciones sin transformación productiva, una inversión social sin reducción de pobreza?

  • Practicar una internacionalización inteligente y aprender a negociar con los países poderosos. Desarrollo endógeno, agregación de valor, encadenamientos reales, no significan proteccionismo.

  • La reformulación estratégica no hace concesiones antidemocráticas. Más y mejor democracia, cero neopopulismo, cero xenofobia y unidad nacional. Priorización de las políticas de construcción de paz, pos acuerdo, atención de víctimas, restitución de tierras y lucha contra el narcotráfico.

  • Multilateralismo renovado, unidad e integración panamericanas, aproximación profunda con Europa, intensificación en relaciones con Asia y fortalecimiento de la relación económica con África

  • Cooperación y soberanía tecnológica, integración profunda entre ciencia, tecnología y sociedad, derecho de información, protección de datos, ciudadanía digital, redes para la inclusión social y la libertad.

  • Apego a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, fortalecimiento de la política de sostenibilidad, defensa real de la biodiversidad y uso responsable, patrimonio natural, cultural y ancestral protegido. Producciòn y consumo sostenibles.

Publicado en la Línea del Medio el 15 de mayo de 2020

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Diego Junca