Política exterior 2022

La gestión de la política internacional es uno de los pilares del buen gobierno. Demanda conocimiento, fuerza política, experiencia, un tándem perfectamente sincronizado entre la Presidencia y la Cancillería, donde esta última marca la dirección de la estructura institucional relacionada con los asuntos externos. La política exterior no es fundacional. Capitaliza los aciertos y corrige los errores; construye vectores estratégicos de larga duración. Es cubierta principal del barco del desarrollo y la encargada de cuidar el rumbo reconociendo los vientos de la navegación de la sociedad en escala global.

El relevo en la Cancillería debe servir para tomar, dentro del escaso tiempo que le queda al Gobierno, decisiones urgentes en materias como la cooperación con el Plan Nacional de Vacunación, la crisis social agudizada por el fenómeno migratorio y al menos, el compromiso internacional con la asistencia en la fase aguda de la conjunción entre pandemia y crisis económica. Mas también, ha de sernos útil para abrir una seria discusión nacional sobre los elementos aglutinantes de una política Internacional de Estado, con grandes miras, alcance estratégico, conceptos innovadores de la diplomacia y un modelo de gestión eficiente y transformador.

Se ha perdido tiempo precioso por una suma de errores políticos, fallas de concepción y percepción, pérdida de espacios alcanzados con esfuerzo y problemas de liderazgo. No pretende este artículo dedicarse a cargar de críticas el escenario de nuestras relaciones exteriores, menos en estas calendas cuando requerimos paliativos antes que mayores depresores.  Sobresalen entre los desaciertos la venezolanización de la política exterior, el maltrato al prestigio obtenido con el proceso de paz y la confrontación con la comunidad internacional que lo respaldó ampliamente, la vacilación frente al Acuerdo de Escazú, la politización extrema de la diplomacia de primer nivel, la discreta intromisión o el silencio cómplice frente a la injerencia de cuadros del partido de gobierno – no de diplomáticos- en la campaña electoral norteamericana, el juzgamiento y comparación frente a otros países, la lentitud e ineficacia del Estado frente al asesinato de líderes sociales y ambientales con el consecuente desdibujamiento de la imagen internacional de Colombia, las designaciones de primer nivel en cortes, organismos de control y de la rama judicial proyectando un menoscabo de la independencia y el balance entre poderes, y la creación de tensiones innecesarias en el ámbito multilateral.

Los cardinales de la política internacional:

Nuestra historia política moderna define los perfiles de una sociedad que alcanza crecimiento sostenido con graves fallas distributivas y desarraigo ético. La economía avanza en medio de profundas rupturas sociales y el país necesita introducir procesos de ajuste estructural de mediano plazo para lo cual precisa consolidar la paz interna, obrar reformas orientadas a la inclusión y cohesión sociales, fortalecer su proceso educativo y prodigar oportunidades especialmente a jóvenes y mujeres durante los próximos años, asegurando la existencia digna de los mayores y el desarrollo de los territorios. Por ubicación, demografía, patrimonio natural, tamaño de su economía, niveles de desarrollo humano y basada en la Constitución de 1991 que cuida de nuestra hermandad latinoamericana, atendiendo los mensajes de su convulsionada realidad política y social, Colombia debe tener una política internacional multidireccional, con pertenencia múltiple, alta capacidad negociadora, de participación ciudadana, comprometida en la sostenibilidad planetaria, con un rediseñado panamericanismo y proyección a los demás continentes profundizando los esfuerzos que inició en la última década para forjar una relación de consolidación con Europa, compromiso creciente y logros tangibles con Asia y avance sistemático en sus relaciones con África y Oceanía. Desde luego, el tema latinoamericano y la cuestión migratoria tienen prioridad superior. La modificación de la actuación frente a Venezuela buscando el restablecimiento de canales del tipo de los enviados especiales y la atención consular a los ciudadanos y, favoreciendo, dentro del respeto a la soberanía de los dos países, procesos negociados que permitan la superación de las problemáticas en cada país, está a la orden del día en la política exterior.

La política internacional de Colombia debe empoderarse en la nueva geografía del mundo, elevando su capacidad negociadora con las grandes potencias tradicionales y emergentes, reconociendo convergencias sin subordinación y manejando una comprensión amplia sin rotulaciones ni cargas ideológicas, sin dogmatismos económicos y con una honda conciencia de sus propias posibilidades, apelando a procesos articuladores de corredores y variantes de la conectografía, apuntalando nexos con las economías de mayor significación pero también con las potencias intermedias del G 20 (MIKTA), donde el mundo asistirá al florecimiento de oportunidades no descifradas hasta el presente.

La política exterior colombiana no debe porfiar en la oscilación ineficaz entre modelos y doctrinas económicas de comprobada ineficacia. Como lo anoté en mi libro sobre Nueva Geografía del Mundo y Sociedad de la Pospandemia prologado por José Antonio Ocampo: “La Economía Social y Ecológica de Mercado ya no es simplemente la adopción del modelo adoptado por Alemania en la posguerra, un orden que reconoce el papel del mercado mas también comprende que las fuerzas productivas libradas a la suerte de la acumulación tienden a autoliquidarse, por lo cual introdujo la solidaridad y la subsidiariedad como los instrumentos de balance. Ahora ha de ser un sistema complejo que prioriza la consideración ética del proceso económico y tecnológico, trabaja consistentemente en la sostenibilidad y agencia activamente la modificación matricial del uso de los elementos con énfasis en agua y energía, se ocupa del bienestar global reduciendo la vulnerabilidad, asignando protagonismo a las mujeres, a la infancia y a los mayores, profundizando la participación ciudadana con independencia del orden político; un sistema que acoge y admite la complejidad, reconoce como asunto esencial la diversidad pero no acepta como su expresión legítima la abrumadora diferencia en aspectos vitales de la existencia; un sistema internacional inserto en una oxigenada estructura multilateral que revele  el peso en términos de recursos, patrimonio natural y población del sur de Asia, África y América Latina, y entienda el desarrollo global como un asunto de límites.

El ámbito multilateral:

Colombia tiene que asumir una participación activa en el ámbito multilateral con protagonismo fruto del liderazgo propositivo y bien fundado frente a grandes problemas tales como:

  • La incapacidad de reformar y transformar el sistema de Naciones Unidas y la arquitectura financiera global. A partir de nuestras dolorosas experiencias, necesitamos salir de intrascendentes posiciones frente a la reforma del sistema internacional para mejorar su representatividad y la influencia práctica de sus determinaciones. ¿Cómo interactuar válidamente ante el asunto de las drogas y su capacidad corrosiva, con un sistema financiero internacional lleno de cajas negras y flujos desregulados?

  • El compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en cuya gestación Colombia tuvo real incidencia, y la lucha contra el cambio climático en procura de la descarbonización. Por la defensa de la vida y de nuestro patrimonio natural, Colombia no puede ocupar un lugar secundario en estas materias. La mayor disrupción que puede sobrevenir es la proveniente de una o varias tragedias ambientales o climáticas que terminarán por evidenciar la inviabilidad de un orden general centrado en la producción y el consumo insostenibles.

  • Las pandemias son transversales, mas no sus consecuencias. No podemos consentir un liderazgo que asigna prioridades equivocadas porque eso está profundizando la escisión global donde el derecho a vivir es pleno para algunos y contingente para la mayoría de los seres humanos.

  • La incapacidad para regular el uso de la analítica de datos y los mecanismos de intervención ajena en la determinación individual. Estamos permitiendo un mundo en el cual parece justificarse la eliminación de las libertades en favor de la seguridad, como si fuera admisible dejar la vida y hurtar la libertad.

  • Por múltiples y conocidas razones Colombia está llamada a jugar un rol crucial en la construcción y preservación de la paz global. La superación de problemas ligados al narcotráfico, la trata de personas y el mercenarismo conciernen profundamente a Colombia. La presente centuria está plagada de conflictos “insuperables”, pequeñas guerras, gran mercado de armas y la expansión velada o expresa de los arsenales nucleares. Hay expresiones de uso político de la cuestión religiosa mientras retroceden la libertad de cultos y el secularismo.

Reciprocidad y ajuste institucional 

Una política internacional para este momento histórico debe partir de postulados que dejen atrás dualismos superados. La política comercial y de inversiones no puede fundarse en ser partidario o enemigo de los tratados de libre comercio o inversión. Si hay capacidad real capacidad negociadora, el fiel de estas decisiones será el beneficio recíproco y el progreso del sector productivo nacional bajo preceptos de transformación productiva, innovación y desarrollo tecnológico.

Las estrechas relaciones entre las carteras de relaciones exteriores y comercio, industria y turismo son un mandato en la gestión pública. Las misiones diplomáticas tendrán cuadros económicos y donde sea indispensable agregados sectoriales. La calidad gerencial de nuestras embajadas, con módulos organizacionales compactos y métodos modernos, puede permitir una reasignación del talento humano con el mismo presupuesto y mayor cobertura para la diplomacia focalizada, las alineaciones específicas, los objetivos estratégicos superiores, las nuevas diplomacias, entre ellas, La científica y tecnológica, la cultural y la deportiva, estas últimas tan exitosas, como también las legales y asistenciales que se concentran en los casi cinco millones de compatriotas que viven fuera de nuestro territorio.

La Cancillería necesita ajustes en sus diferentes ámbitos y ProColombia debe adecuar su diseño organizacional e institucional para responder por los desafíos que nos plantea el pobre desempeño exportador y la crisis de la oferta exportable. La participación directa de los empresarios es indispensable. Urge revisar el sistema de remuneración variable de los funcionarios que ha llevado a privilegiar unidades de gran tamaño y oferta consolidada, sobre las pequeñas firmas exportadoras que nos brindan más diversidad y menor vulnerabilidad y las asignaciones presupuestales a los gastos de promoción y eventos feriales. Iniciemos, entonces, este crucial debate, punto álgido de la próxima decisión electoral. 

Publicado el 16 de Junio de 2021 en La Línea del Medio

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Diego Junca