Se agota la levadura neopopulista
Colombia está a un año de la posesión de su próximo Presidente, la campaña electoral arranca formalmente, culmina la fase de las expectativas y se inicia el debate sobre las propuestas que los colombianos deben interpretar, filtrar, evaluar, acoger o descartar para, finalmente, tomar su decisión sobre por quién votar.
La fase de las expectativas dejó en claro que nuestra imperfecta democracia enfrentará cuatro grandes enemigos: 1) la polarización que ahoga el debate político serio y apela a la emoción con la dialéctica del odio y del miedo, sin importar la cuota de verdad de la promesa, ni su base económica; 2) la fragmentación que dificulta la convergencia, produce dispersión, despista al electorado y trae consigo la desatención propia de las cuadrículas múltiples de las reuniones virtuales; 3) el derroche de trampantojos, estigmas, mentiras y calumnias que deja al ciudadano sin referente moral ante la sensación extendida de que “todos tienen rabo de paja” y; 4) la interferencia de los actores armados de las extremas con sus diferentes camuflajes y respaldos internacionales.
El balance de los últimos seis meses arroja un pobre resultado para los extremos oportunistas dado que su esfuerzo por manipular el hartazgo político y la crisis social desde la infiltración de la protesta y de los represores, no fue aceptado ni admirado por la ciudadanía. Asonadas, bloqueos y represión violenta tuvieron rechazo general, mientras los jóvenes le dieron a la clase media, de donde proviene la mayor parte de los líderes universitarios, una prenda de victoria al tumbar la reforma tributaria. El gobierno reaccionó con pasmosa lentitud y sin claridad, como en un festival de mimos en el cual compitió con las anacrónicas posturas del artrítico Comité del Paro. Tras la caída de la reforma tributaria sólo hubo dos vencedores en el paro: el contagio y los criminales que depredaron la selva, traficaron por nuevas rutas y se aliaron con fuerzas internacionales con el temple moral de los mercenarios de Puerto Príncipe.
La evolución de la pandemia y el intento de manipular la actuación oficial por vía mediática dejaron a la extrema derecha muy descompuesta y dividida, al dejar saber que discutía una y otra vez sobre la apertura a rajatabla desacreditando las medidas orientadas a morigerar el contagio y pidiendo energía represiva. La extrema izquierda quedó atrapada entre la promoción de la mascarilla y la del pasamontaña, repitiendo el patrón de violencia en la protesta a cargo del lumpen minoritario infiltrado, la misma figura que por décadas facilitó el escenario represivo y el desarraigo ético de núcleos militares que criminalizaron la protesta.
La levadura neopopulista, esa que utiliza la frase sensitiva y la descalificación del otro para enardecer la masa, tiende a agotarse y se abre el escenario de las propuestas de contenido en el debate. Se supone que los equipos técnicos de las candidaturas vienen trabajando desde hace meses. Me consta que los equipos de la Coalición de la Esperanza en general y del Compromiso Ciudadano de Fajardo en particular vienen realizando una tarea responsable donde cuenta tanto la precisión de la propuesta gestada en procesos de consulta ciudadana de abajo hacia arriba, como su factibilidad económica y fiscal. Las propuestas aparecerán para competir con visiones y proyectos de otros candidatos y alianzas.
En la evaluación de las propuestas y en su debate, la academia debe jugar un papel como también todos los sectores sociales. Las fuerzas de la izquierda tradicional, como en el paro, actuarán bajo la vieja consigna parisina: “seamos realistas, pidamos imposibles”. Propuestas como la estilización de toda la estructura pensional que requerirían un incremento brutal en los impuestos se caen por su propio peso pero cautivan personas que han recibido liquidaciones indecentes después de ahorrar durante años. La derecha recalcitrante volverá con sus eufemismos, promoviendo la venta de activos públicos, la defensa del statu quo en materia de propiedad e impuestos prediales, promoverá los aumentos de penas y apelará a sentimientos de defensa del orden social y del sistema educativo tradicional con sus anacronismos. Y encontrará espacio en los núcleos más atrasados que gustan de la farsa: no más realidades, queremos promesas.
Será fundamental el debate sobre el plan de empleo de emergencia que bajo el liderazgo de José Antonio Ocampo promoverá Fajardo, su compromiso con el campo y con la Mipyme, sus propuestas de desarrollo productivo y sus formulaciones para la educación, las mujeres y las víctimas, todas articuladas con la ciencia, la tecnología y la innovación social. La reconstrucción pospandémica a través de la profundización de la acción social público-privada e institucional y la orientación de la mano de la ciencia contra interpelaciones oscurantistas serán vitales en la rehabilitación. Y también lo será el horizonte internacional donde el equilibrio y la multialineación deben estar acompañados por la mayor capacidad negociadora de nuestros cuadros y la generación de respuestas propias, verdaderamente independientes.
Lo más importante de la campaña que inicia su fase álgida será la capacidad de apreciación y la tarea de difusión de las fuerzas políticas para que la gente, el pueblo que elige, pueda distinguir y señalar la propuesta elemental hija del intuicionismo, la consigna impactante y vacía hija del oportunismo, y las posturas agresivas que proclaman la irresponsabilidad como esencia, de aquellas propuestas que pueden significarnos avance unificador, reintegración, inclusión económica, formalización y cohesión social.
Por supuesto, el debate sobre la restitución de prioridad nacional a la consolidación de la paz, las políticas públicas que signifiquen presencia del Estado en los territorios y un compromiso indubitable con la descarbonización como eje de la lucha contra el cambio climático y por el ajuste de nuestra matriz energética, estarán a la orden del día, así como la restauración de la ética social que se palpe en el gobierno e irradie la sociedad.
Respeto y reconocimiento de la diferencia. Seriedad y no agravios en la campaña y freno a la demagogia que nos roba futuro. Podemos imaginar la distopía de una sociedad del malestar caracterizada por la fricción social, el endeudamiento y la irresponsabilidad mesiánica neopopulista que resulta de los caudillismos. Podemos batallar por una sociedad ciudadana, construyendo una economía social y ecológica de mercado, defensora de la libertad individual a los acordes del humanismo digital. Que se inicie la batalla democrática.
Publicado el 7 de Agosto en La Línea del Medio
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